La mitad de la vida ha pasado, se balancea en segundos tomos y primera edición, la vida es una metáfora propia. Mientras la haya, habrá palabras que llorar, amar, odiar y escribir y no solo decir. Se estremece el suelo y la cama de donde los sueños emanan; quieta flota para no derramarse en minutos de pesadillas.
Se ha de poner el sol y nunca más la noche encontrará el camino para hacer el día siguiente y despertar al mundo. Le dejará el camino a la luna que llorará su ausencia con lágrimas de hielo.
Se arrugará la piel y los huesos mudos hablarán, entonado música de un hilo de viento que dibuja auroras sobre la noche, como brazos que se extienden pidiendo un abrazo de ternura para consolar ahora a la soledad.
No para la noche. Y llora con lluvia tenue que se confunde con copos de nieve blanca, como plumas de palomas en vuelo sin rumbo. Luego el viento se pasea y comunica con un zumbido entre hojas de laurel, que el sol no ha muerto.
Se ha tomado un descanso, fingió morir pues pensaba hacerlo realmente y al ver como todos lo necesitamos, en su sueño, despertó creyendo que estaba vivo.
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